jueves, 17 de marzo de 2016

Mario Moreno Cantinflas: (del libro El piar de un gorrión)

Mario Moreno Cantinflas


         Amigo Cantinflas:

         Recibe un saludo de... Porque... Así es como... La gente... O sea...
         Así quiero saludarte. Entrecortado, como es tu manera de hablar.
         Representas  al cine cómico mexicano. Cada película tuya contiene mucha enseñanza. Siempre interpretas al pobre, con tus pantalones casi caídos y tu franelita típica. En todas tus películas tu personaje se ve siempre en dificultades, pero siempre sale triunfante por la moraleja que dejas con tu estilo.
         La característica de tus actuaciones es tu humor y tu hablar entrecortado, que dice mucho pero que no dice nada. Pasas de un tema a otro enredando las cosas. Casi nunca das una respuesta concreta. Y ese detalle te hace muy simpático. A muchos nos gusta tu manera. Por lo menos a mí, me fascina. Sobre todo, porque rompes con el común de los protagonistas del cine, que suelen ser representaciones de héroes o de galanes que se arriesgan en aventuras o hazañas casi sobrehumanas. Algunos de ellos son impermeables a todo tipo de peligro. En cambio, tú eres el pobrecito de la partida, el de abajo. El que, por lo general, no tiene empleo o que “pasa las de Caín” para comer. O el que se ve en problemas por equivocaciones de los demás.
         Sale siempre a relucir tu llaneza y tu simplicidad. Siempre te haces amigo de las empleadas de los jefes, con más preferencia si son cocineras. Y así te acomodas. Por lo menos puedes comer un poquito mejor. Aunque con apuros para que no te descubran.
         Has interpretados muchos papeles. Desde un barrendero, pasando por un policía, hasta llegar a un sacerdote. Todas las películas llevan tu toque de humor característico y en todas comienzas de abajo. Allí están, quizás, tus enseñanzas: con un poco de honor y de buena voluntad, con mucha perseverancia se logra puestos, respeto y consideraciones.
         Tus películas son refrescantes. Sobre todo, dejan una nota de buen humor ante las adversidades de la vida. Pues todos tus temas son sobre un desventajado social y económicamente. Es curioso, casi nunca sales casado. Tal vez porque tu idea es representar a un cualquiera que ni siquiera tiene una posición social estable, que ni esposa ni tienes.
         Cada vez que tengo oportunidad de ver una película tuya, no lo pienso dos veces. La veo. Algunas las he visto muchas veces. Y las sigo viendo cada vez que puedo. Y cada vez descubro detalles interesantes que antes no había visto. Ahí está el detalle, por ejemplo. A mí me parece muy aleccionadora. Allí ridiculizas a los defensores de la ley y de la justicia humanas. La idea central de esta película es la muerte de un Boby. Boby se llamaba el primer novio que había tenido la esposa del jefe de tu novia. Que viéndolo bien, no era tu novia, sino la que te alimentaba de gratis. Y Boby también se llamaba el perrito de la dueña de la casa, o sea, de la patrona de tu “novia”. Y a ti te pusieron a escoger o si matar a Boby-perro o no comer. Tu novia te puso a escoger. Tenías que mostrarle el amor haciendo lo que ella le pedía. ¡Vaya manera de demostrar un amor! Sufriste en tomar una decisión. Pero más pudo tus ganas de comer, que ejecutaste al perro. Bien dice el refrán que “estomago lleno, corazón contento”.
         Resultaba, por entonces, que el esposo de la patrona de tu “novia” sospechaba que la patrona tenía un amante. Y un buen día el esposo decide darle una sorpresa. Finge una salida de negocios. Por cierto, que estaban al borde de la quiebra.
         Pero como tú siempre pagas los platos rotos de los demás, te confunden. Esa misma noche tu habías matado a Boby-perro. De lo contrario, no hubieras cenado ese día. Y esa misma noche Boby-hombre había planificado meterse a la casa de la patrona para chantajearla con unas cartas que ella le había mandado cuando eran novios y que no tenían fecha de envío. Boby-hombre quería aprovecharse de ella utilizando las cartas con amenazas de hacérsela llegar a su esposo con fecha reciente. La esposa no tenía alternativa. Todo fue como programado. Por un lado, tu mataste al perro; es decir, a Boby, y pudiste cenar otra vez. Por otro lado, el esposo ya había ido a hablar con la policía para que viniera a presenciar la traición de su esposa. La policía alegaba que era importante presenciar los hechos. ¡Vaya procedimiento!. Y por otra Boby, es decir, el hombre, ya se había metido en la casa a lograr lo que quería. ¡Y estaba a punto si no sucede lo que viene!
         Llega el esposo con su comitiva; es decir, la policía. Dentro de la casa estaban tú y tu novia, en la cocina. Tú comías. La patrona y Boby en la alcoba, forcejando verbalmente: que no, que sí. Que las cartas... ¡Canalla! ¡Que llega el patrón! ¡Sorpresa! Y a esconderse todo el mundo, es decir, tú y Boby. Claro, que ninguno de los dos sabía de la presencia del otro. Ellas no se esconden porque ellas estaban en su casa. Boby se esfuma. Nadie sabe dónde se mete. En cambio, a ti te esconden en un closet. Y allí te das un gusto que no te era permitido por tu economía. En el closet hay vino y abanos, es decir, cigarros. Ni corto ni perezoso te fumas un habano y destapas una botella. Mientras tanto la policía estaba en la sala esperando la señal del patrón que se había ido a la alcoba para dar la sorpresa. En la alcoba estaba sólo la esposa. Nerviosa, como era de suponer y con ello aumentaban más las sospechas del esposo. ¡Ajá! ¿Dónde está? ¿Quién? ¡Tu amante! ¡No me mientas! ¡Lo sé todo! Ella defendiéndose y él acusando, pero sin pruebas. Sólo sospechas. Sin embargo, ella se sabía descubierta.
         Después baja el esposo a la sala a decirle a la policía que se perdió el tiempo. No hay nada. ¡Disculpe! La policía insistía en que ella había ido a presenciar un adulterio y que no se irían sin antes haberlo visto. Y exigían que así fuera. Tú, en el closet, con tu botellita a medio acabar y con tu habano. ¡La buena vida y gratis! ¡Qué vida! En eso se siente el aroma del habano. Ni para saber qué te tenía más mariado, si el vino, o el humo del cigarro. Y te descubren. ¡Que salga! ¡Aquí estoy bien! ¡Mejor entre Usted, que aquí hay vino y habanos! ¡Que salga o lo mato! ¡Está bien! Sin violencia, que así se entiende la gente.
         Después el interrogatorio improvisado: ¿Qué hace Usted aquí? Yo nada. ¡Cómo que nada! Te lo voy a decir. Tú eres. Claro que soy. Y tú ¿quién eres? Te lo voy a explicar. Tú eres el amante de mi esposa. ¡Canalla! Inmediatamente sube el esposo a buscar a la esposa. Que lo encontramos. ¿Lo encontraron? ¡Confiesa! Y ella se la juega toda: claro, ese... Ese es mi hermano. ¿Tu hermano?. Y aquí comienza todo el enredo.
         Resulta que el hermano al que ella hacía referencia era el heredero de una fortuna de familia. De él iba a depender que los negocios del esposo no se declararan en quiebra definitiva. Y se cambian todos los intereses. Al esposo le convenía que así fuera. Más le convenía a la esposa, aun cuando no lo fuera. Y bajan a la sala. Este es. ¿Este? Sí. Tu hermano. ¿Cuál hermano? Tú. ¿Yo? ¡Hermano querido! ¿Cuál querido? ¡Abrázala! ¡Que no. Mire que... ! Hermano. Hermanita. Y abrazo. Conveniencias por todos lados: el esposo, la esposa, tú, la situación. Bueno. No hay otra. Eres el que dicen que eres, aun cuando no lo eras. Todos lo sabían. Por lo menos a todos les convenía creerlo. Y a darte la buena vida.
Y comienzan las complicaciones. Pues como no eras el que decían, aunque si lo eras, tienes que comenzar a asumir la vida del que decían que eras y no eras. ¡Vaya problema! Después se presenta la verdadera esposa con un ejército de hijos tuyos. ¡Papá! ¡Cuál papá! Después que hay que casarse. Que no me caso. O te casas, o... Está bien. Pero que conste... Y todo a punto para el matrimonio. Novia, invitados. Y el novio, es decir, tú. A la fuerza. No había otra. ¿Aceptas? No. ¡Cómo que no! En eso se presenta la policía. Y te alegras que llegue la policía. Te salvaste, por puro milagro, como se dice.
         Que vas preso porque mataste a Boby. Sí. Voy preso y con gusto. Por un lado te salvaste de aquella, pero la que se te avecina, parece peor. El juicio. El juez. Los abogados. La defensa. La acusación. ¿Mataste a Boby? Sí. Que no, la defensa. Que sí. Lo maté. Era un perro rabioso y con mal de rabia. Por eso lo maté. Lo confiesa. Sí. ¿En defensa propia? No. Ni se defendió. Movió la cola. No hay más. Es culpable. Confiesa haberlo hecho. Yo maté a Boby. Y el abogado defensor dice que no. Pero yo sí lo maté. Maté a Boby. Tal vez en esta parte esté la crítica que haces de la justicia humana.
         Hora de la sentencia. Cárcel. No hay más discusión. En eso aparece el verdadero hermano de la esposa del patrón. ¡Alto! Es inocente. Yo lo maté. Y en defensa propia. Además... Y todo un resultado favorable. ¡Menos mal! Y todos terminan hablando como tú: que si... o sea... que Boby... que lo maté... que el perro... que la cola... quién entiende... otra vez... ahí está el detalle.
         Amigo, Cantinflas: Gracias por tu buen humor. Y fino. Sin necesidad de muecas en la cara o de posiciones anormales. Gracias por la enseñanza que se esconde detrás de cada ocurrencia tuya. Gracias por la inteligencia de tu humor y por tu humor inteligente. Alguien dijo que el humor bueno y sano es inteligencia pura. Y tu dignificas el humor. Haces cátedra del humor. Y del bueno. Gracias por refrescarnos la vida con tus salidas y con tus películas.
         Voy a pedirte un favor: dame unas clasecitas para tener buen humor en la vida, porque quisiera encontrarle la sorpresa a la cotidianidad, para enamorarme de la rutina y para ayudar a que otros también lo hagan... Digo... o sea... porque... ¡Ahí es donde está el detalle!
         Chao, Cantinflas:

         Daniel

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