Carta a Richard Bach
Estimado, Richard:
Desde las alturas, en mi
vuelo experimental, como el de Juan Salvador Gaviota, recibe mis saludos.
Por recomendación de un migo leí tu libro Juan Salvador Gaviota. Muy sencillo. Y
muy interesante. Tu preferencia es el vuelo. Todas tus obras tienen que ver con
los aires y con aviones. En el libro de Juan Salvador es un ave, una gaviota,
que quiere romper la rutina. Quiere ser diferente del resto de la manada de
gaviotas. Quiere volar más de lo que le está permitido por la naturaleza.
Al principio, apenas, logra subir un poco. Se desploma
contra la playa. No logra el dominio de su cuerpo acostumbrado al ras del agua.
Pero continúa en su intento. Un día y otro. No llama la atención al resto de
las gaviotas. Pasan los días y con ellos sus esfuerzos. Poco a poco mejora.
Comienza a tener más control del aire. Va aprendiendo a mover las alas para
ganar altura y también para girar. Así
comienza a salirse del comportamiento típico de sus compañeras. Comienzan a
verla como extraña. Y Juan Salvador se desliga del resto. Prefiere volar. Sólo
volar. Encuentra en el vuelo su realización. Quiere más. Ya no hay límites.
Sólo el cielo es el límite. Como diciendo, el infinito es el límite. Y lo bueno
de todo es que encuentra a otros de sus compañeros que hacen también lo mismo
que él. Encuentra a Richard Gaviota. Y a muchos otros. Se identifica con ellos.
No estaba sólo. Había otros como él.
Y hay allí un gran mensaje. Por lo menos, así lo veo yo.
Tengo una manía, sin embargo. Y es que me la paso vivo viendo mensajes en todas
partes. Tal vez ni los haya. Pero yo los veo. Me estoy convenciendo que
realmente es una manía. Perdóname, si en tu caso no lo hay y yo lo veo. Pero
para mí tú estás queriendo decir, en este estilo literario, que tenemos que ser
diferentes. Que no importa que nos vean como extraños. Al igual que a Juan
Salvador. Lo importante es que podemos. Y el límite es el cielo. No hay
obstáculos si nos proponemos volar. Por lo menos, creo que tu estás diciendo
que es necesario no ser del montón. Tenemos que romper las barreras y las limitaciones.
Y que podemos hacerlo. Que hay otros que lo han hecho. Que no se está solo. Hay
muchos. Claro, la paga es que nos aislarán. Pero es un imperativo existencial.
Amigo, Richard, gracias por tu Juan Salvador Gaviota. Voy a
decir una cosa, a lo mejor te ofendo, porque te estoy comparando. Pero creo que
tu Juan Salvador Gaviota tiene
que estar junto al Viejo y el mar,
de Hemingway; y junto también al El
Jardín de mi amado, al El diente
roto, al El Principito;
y, muchos otros del mismo estilo sencillo pero profundo. Son sencillamente
grandes.
Voy a pedirte un favor: dame una receta para quitarme esta
costumbre de estar encontrando mensajes donde no los hay. Creo que se me está
volviendo una manía. Y me da miedo, muy en el fondo.
Bueno, te dejo, porque no hay límites. Pero si hay un límite
a esta carta. Tiene que haberla. Porque, “ni tanto que queme al santo, ni tan
poco que no lo alumbre”, como dice nuestro refrán venezolano.
Chao, porque voy a ver si comienzo a practicar mi vuelo. Ya
me imagino dando traspiés. Chao:
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